
El otro día mientras paseaba me topé con este mural y me hizo pensar irremediablemente en uno de los últimos circos de la sociedad mediática: “¿Qué hay en el bolso de…?” Una práctica que en su inicio apareció como un intento de humanización del famoso y ha acabado convirtiéndose en un espectáculo esperpéntico en el que se lucha por ganar el “premio Mary Poppins” del año. Cuando te haces famoso, imagino, te regalan un cursillo de organización de espacios. La humorista Silvia Abril (te adoro, Silvia) seguro que lo sabe (os dejo al final del artículo un vídeo con su versión de esto.) A priori con esta dinámica se podía observar que la persona perteneciente a la categoría social “famoso” no era tan diferente del resto de los mortales: el interior de los bolsos de las divas de Hollywood, modelos varios, “la crème de la crème”, no distaba mucho del interior de los nuestros.
Quizá os estaréis preguntando qué tiene que ver esta cuestión con el mural. Voy a ello: considero que la afirmación “resistir para existir” carece de todo fundamento plausible en la sociedad actual (diría, de hecho, que en todo el mundo social a lo largo de los tiempos). Más bien, yo diría “fingir para existir.” Cócteles, tablas de jamón ibérico… Puede salir cualquier cosa de esos bolsos y, dependiendo del tipo de artista que seas, del tipo de trabajo que realices y de dónde procedas, llevarás una cosa u otra, cual más ridícula que el vídeo anterior y más extravagante y singular.
Vivimos en la sociedad de las máscaras. No es que esta forma de relación humana sea algo novedoso, como he comentado unas líneas más atrás se ha dado siempre, sólo que ahora ha perdido la sutileza de la que solía gozar. Recordemos, por ejemplo, la historia de Ulises y Polifemo. El relato homérico muestra como Ulises utiliza varias técnicas para manipular y vencer a Polifemo. Pensemos también en el personaje de Critilo de El criticón, siendo el mirar experimentado de Critilo lo que le permite observar a este último las detestables realidades que se ocultan tras las, aparentemente, bellas apariencias que les rodean. Al mismo tiempo, en nuestro trabajo, en nuestro grupo de amistades, en nuestra propia familia, incluso. Interpretamos el papel que se nos asigna socialmente para sobrevivir. Nuestra identidad se compone de diferentes roles a desempeñar en las distintas áreas de nuestra vida. La vida no es sino un teatro en el cuál interpretarás el papel que se te asigne y que las personas de tu alrededor consideren adecuado para el aporte grupal y en proporción a su propio beneficio.
En nuestro día a día, si osas salirte del rol que se te ha asignado, corres el riesgo de que tu supervivencia se torne complicada y que provoque un desajuste absoluto en el medio en el que te encuentras. Si en tu trabajo te has ganado el rol de callado y servil más vale que lo continúes, porque de lo contrario despertarás a la bestia y sufrirás las consecuencias. Es por eso, que las personas famosas se visten como se visten, cantan lo que cantan, se comportan como se comportan, o muestran llevar en el bolso lo que muestran llevar. Si en un momento dado decidieran cambiar tendrían que enfrentarse a miles de seguidores menos, con sus respectivos menos likes y abucheos por doquier, lo que yo denomino “fenómeno Avril Lavigne.”
Las redes sociales son un claro ejemplo de esto, ya que se han convertido en un medio de socialización importante (si no el más importante) y han llegado a ser una extensión de nuestra identidad, nuestro sello personal. Obviamente, todo aquello que se va a publicar en ellas va a tener un matiz positivo, impresionante a ojos de nuestros seguidores. Así, un halo circense surca nuestras pantallas: todo es cada vez más impresionante para personas, cada vez, menos impresionables.
Del mismo modo, todo aquello que salga de los bolsos de las personas famosas será algo inédito, algo que muestre lo originales y singulares que son y que se ajuste a su “rollo” o “actitud famosil” que muestra a ojos de los demás, o que le dicen que tiene que mostrar.
Digamos mejor, entonces, “fingir para existir.”
Ya lo siento, no es un podcast.
Qué estupenda crítica de este mundillo que nos rodea a todos y que, a mí personalmente, me deja con la boca abierta y totalmente trasnochada de la vidilla actual. Cómo gusta el postureo.
Lo bueno y positivo de este artículo es que lo escribe una millenial con formación y críterio, así que yo me digo a mí misma que sí hay esperanza siempre que demos voz a los que lo merecen.
Y sí, el vídeo de Silvia Abril es muy bueno 😂😂