Hace dos años que acudo a clases semanales de Pole Dance. No es extraño que cuando lo comento con alguien, ese alguien, responda con expresiones como las siguientes: “¿y le haces bailes a tu novio?” “Tu novio estará encantado”. Cuando hablamos de Pole Dance incurrimos normalmente en dos errores: por un lado, considerar que es una actividad exclusivamente femenina y, por otro, considerar que el fin último de ésta es hacer felices a hombres heterosexuales. No es de extrañar que existan estigmas al respecto cuando esta actividad está asociada al ocio nocturno desde los años 80. Películas como Striptease hacen pensar que sólo puedes practicarla si tienes un cuerpo “instagrameable” y que cuando dices que te vas a entrenar, en realidad, estás diciendo que vas a ponerte un traje sin pantalones a lo Demi Moore y bailar a un son lento de saxofones cual bombero confuso.
Desde el año 2003, el Pole Dance, se concibe como deporte en Europa. Ese mismo año se crea en Ámsterdam la World Pole Dance Federation, la primera federación mundial de esta disciplina y, actualmente, existen diversas competiciones a nivel mundial, siendo una de las más conocidas la International Pole Championship. En estas competiciones existen varias categorías: hombres, mujeres, personas con desarrollo diferente, amateurs, profesionales… Este hecho ya nos indica que diferentes tipos de personas pueden practicar Pole Dance y que ni mucho menos es una actividad ensamblada en la categoría “Demi Moore”, por mucho que el prisma de la dominación de género se empeñe en hacernos creer. Así, no es extraño que se tome como máxima universal la idea de que todos aquellos hombres relacionados con el ámbito de la danza son gays o “bis”, pero de ningún modo heterosexuales. Ya ni hablemos de los hombres que deciden subirse a la barra.
De la misma forma, una compañera de trabajo me dijo en una ocasión: “Yo no podría hacer eso. Soy enorme y parecería una jirafa.” El concepto de “sólo si tienes un cuerpo perfecto puedes hacer Pole” (idea que muchas veces, desgraciadamente, se traduce en “sólo si tienes un cuerpo perfecto puedes enseñarlo”) se extiende como la espuma cuando muchas personas, tanto profesionales como amateurs, hacen cosas increíbles en la barra y no tienen el cuerpo que la sociedad mediática estipula como perfecto. En este sentido, el Pole hace amar tu cuerpo. Enseñas este último y lo utilizas como medio de expresión, como cuerpo tuyo que es. Podría, incluso, considerarse como terapéutico. Te miras al espejo durante horas con poca ropa y aprendes que esos mismos defectos que aprecias en tus piernas y brazos son los mismos que te permiten agarrarte a la barra y no caer. Esto es, entiendes que no son defectos, que es el propio cuerpo tal y como es, tal y como son todos los cuerpos, antes de que la sociedad decidiera imponer lo que es bonito y lo que es horrendo, de que se suprimiera la diferencia y se instaurara la ley del GAP.
Al mismo tiempo, el Pole Dance requiere de fuerza, resistencia y flexibilidad, habilidades que la misma actividad ayuda a desarrollar y mejorar. Enseña a las personas a mantenerse sobre la barra con su propia fuerza y adaptarse a las diferentes figuras que se realizan con el cuerpo particular. De esta manera, la “sexua-patriarcalización” del Pole intenta restar fuerza a la pole dancer, convirtiendo a esta última a nivel social en mero entretenimiento para hombres heterosexuales: “no practicas un deporte cielo, sólo bailas para mí”. Salta a la vista que el verdadero mensaje de esta “sexua-patriarcalización” radica en crear la imagen errónea de que el último motivo del Pole Dance es excitar al hombre heterosexual. Así como la Serpiente del Génesis se descuelga del árbol, o la bruja vuela en su escoba, la pole dancer se desliza por la barra abriendo sus piernas y diciendo “estoy aquí sólo para ti, campeón.” Nada más lejos de la realidad: la persona se sostiene en la barra ella sola, por sí misma, con su propia fuerza. No necesita de nadie para hacerlo y ello demuestra su poder, que es fuerte tal y como es y que su cuerpo es algo perfecto para llevar a cabo lo que quiera hacer. Por supuesto, esto no quiere decir que no se baile para un público, ni porque resulte degradante bailar para hombres heterosexuales. El objetivo de estas líneas es que se llegue a comprender que la pole dancer baila para quien quiere, pero especialmente y, sobre todo, para sí misma, por sí misma.