Fama. Tik Tok, Youtube y la nueva Religión

Hace unos días, uno de mis compañeros de trabajo, estuvo en la casa de un exfutbolista famoso que había ganado varios títulos a nivel internacional. Ilusionado y orgulloso contaba su anécdota a su llegada a oficina. El resto de los presentes, escuchaban atentamente lo que contaba, se acercaban a él y le preguntaban ojipláticos. En ese momento me dio por pensar: ¿por qué esa reacción? Podemos encontrarnos cientos de personas a lo largo del día, pero sólo aquellas que pertenecen a la categoría social “famosas” captan nuestra atención y nuestro foco de conversación durante la cena, a pesar de que no podamos estar de acuerdo con las hazañas que les han llevado a alcanzar esa fama o los sueldos injustificados que se embolsan mes tras mes a raíz de esas mismas hazañas. En otras palabras, ¿por qué nos sorprende tanto encontrarnos por la calle a una persona que no deja de ser otro ser humano que experimenta la misma tristeza, euforia e ira que experimentamos nosotros?

En este sentido, si nos remontamos a tiempos primitivos, la idea de Deidad, constituye una parte intrínseca de lo humano, siempre ha existido una creencia generalizada en un Ser Superior. Posteriormente, en la Grecia clásica la Deidad se torna más tangible y, así, más accesible a los simples mortales, a esos que no residen en el Olimpo (u hoy en día, aquellos que no tienen un podcast). Pongamos un ejemplo conocido: Hércules, mitad humano y mitad Dios. Con su modelo de conducta se convierte en un ejemplo a seguir, en un estándar social deseable: realiza tu hazaña y alcanza el Olimpo demostrando que eres digna de ello, realiza tu hazaña y ahógate en likes. Consigue tu placa de plata y demuestra que eres digno de esa placa de diamante rojo.

El por qué (o al menos, uno de ellos) de que el mayor porcentaje de personas sienta cierta ilusión cuando se encuentra a un famoso no es sino una manera de sentirse un poco más cerca de ser un Dios. Los famosos, como los Dioses, son omnipresentes. Están en todas partes. Portadas de revista, anuncios, nuestro tiempo de ocio… Ello se aprecia bien en el hecho de pedir una foto o un autógrafo dedicado, una suerte de cercanía apreciable en términos materiales a la Deidad, algo que nos hace sentir más poderosos, con más recursos y contactos, más cerca del Olimpo y, por tanto, más cerca de la inmortalidad (la película In time ya nos estaba hablando del mismo mundo en el que vivimos). Al mismo tiempo, esa cercanía, la mostramos en las redes sociales haciendo de ella una hazaña, consiguiendo con ello ascender unos escalones más en el camino hacia el Olimpo: “mira con quién me codeo, mira qué contactos tengo y mira lo guay y maravilloso que soy.”

Las personas ya no tienen necesidad de acudir a los espacios religiosos (y digo espacio religioso para evitar que se me tache de etnocentrista, como ahora hay que cogerlo todo con pinzas…) De hecho, el siglo XXI nos abre la posibilidad de aburguesarnos todos y cada uno de nosotros y tener una Iglesia dentro de nuestra propia casa, una capilla en nuestra villa (esto sí que es etnocentrista, perdón). No tenemos necesidad de ir a la Iglesia (otra vez, sad emoji) porque ya rezamos en nuestros hogares cada vez que canturreamos una nueva canción de un nuevo reel, imitamos la acción de un “meme”, encendemos cualquier plataforma de contenido o navegamos por cualquier red social (también, por supuesto, cada vez escuchamos un podcast. No nos olvidemos, por favor, de los podcasts.) De hecho, no nos hace falta quedarnos en nuestras casas para rezar, porque la Iglesia (sad emoji) también la tenemos en las calles de nuestros municipios y en nuestras relaciones sociales, cuando canturreamos esas nuevas canciones con nuestros amigos en las terrazas de los bares (donde nos tomamos esas cervezas a un euro), o compartimos esos “memes” en nuestros chats de grupo.

En conclusión, como seres humanos que somos no podemos abandonar nuestra fantasía de alcanzar el Olimpo (ahora que lo pienso, este ejemplo también es etnocentrista, sad emoji.) Así pues, continuemos ilusionándonos, continuemos rezando.

One thought on “Fama. Tik Tok, Youtube y la nueva Religión

  1. Siento (sad emoji) que ya es tarde para dar marcha atrás, ojalá me equivoque. Los que hemos vivido otra cosa y nos importa esa cosa, estamos colgados, desvinculados. En mi opinión, este gran artículo sirve para demostrar que, tanto “millenials” como “zetas”, pueden inundar de “criterio propio” las redes y alegrarnos mucho la vida a los “babyboomers”
    Muy bien dicho Ali

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *